julio 30, 2010

Esta mañana la lluvia ha lavado las calles escarlata
Una ciudad zaherida se levanta

Canta

Aunque en silencio lamenta
el arrebato de haber dado vida a las almas putrefactas
que envenenan sus venas
que arrancan sedientas la esperanza

Almas sin sombra que caminan con rudos zapatos
Se arrastran
Huyen
por las calles lavadas por la lluvia

Se ha ocultado el sol esta mañana
No obstante
hoy
por suerte
no brilla la sangre en el asfalto
Es la memoria fría de las calles
El tejido hueco del asfalto
el aullido palpitante de las sirenas
el latido de la ciudad que arrastra sombras

Y luego…
El silencio que abruma
que paraliza las entrañas

El silencio del que calla y sabe
Sabe, calla y duerme
En esta ciudad asustada

LA SANGRE DEL DESIERTO

Es la sangre del desierto
la que seca los ríos de esperanza

No son dos, ni cuatro, ni doce los muertos…

Esta mañana han sido veinte
se quedaron dormidos en el sueño del injusto
contra los muros de Fe y Vida
de todos los injustos que comen en bacinicas de plata y droga

Andamiaje de sal y tierra
de coraje
de tumultuarios gritos acallados por la voz del fuerte

Esta mañana han sido veinte…

no supieron quiénes portaban los fusiles
olvidaron quiénes extraviaron el rumbo
y se enlodaron

Mendicidad humana
mendicidad de las almas
que se fugan en silencio cuando llegan las balas
Cuántos de los que tienen oídos oyen mi voz esta mañana?
Siete, tres, uno...

¿Cuántos hablan y hacen y, no sólo hablan o hacen y se esconden?

Miles, cien, diez...

El amor está en el aire canta Manilow
y la tinta del periódico me saca del trance:

"El aire lleva hedor de conflicto, muerte, mugre, sangre..."

lleva el aire el color de la transa
lleva el tono de los músculos que por el miedo se contraen
aire cuajado
en el quebranto de la desconfianza

¡Aaah, necia!, el amor sigue en el aire... ¿lo hueles?

El amor está en el aire, respira y la carne sigue tibia.
El amor está en el aire y en los muros de esta casa,

¿Lo busco entre las cortinas de mi recámara?

¿Entre las letras de este remedo de poema? o

¿Entre las letras de la sopa de pasta quemada?

¿Está ahí?

Yo qué se, eso bastará al menos por esta mañana...

Luego iré como otros,
al refugio de locos,
poetas locos que tejen
con sueños y palabras sus esperanzas.
No te conocí
y sin embargo me dueles…
como duelen los hijos
hijos de esta tierra
de barro y sangre
de polvo y hierba
de trabajo
entre máquinas y balas

No te conocí
y sin embargo sé que nos harás falta
por tu rostro joven
y tus manos fuertes
por tu pulso inquieto
y tus ojos acuciosos
en busca siempre de experiencias nuevas

No te conocí
y sin embargo
sé que un día tuviste sueños y esperanzas
palabras propias
deseos tiernos
ideas buenas
que arrebataron sin piedad
de tus bolsillos
sin darte tregua

No te conocí
pero sé que te falló este mundo
tan simple y a la vez complejo
convulsionado, revuelto
sin brújula
sin rumbo
amedrentado por la pólvora
y la mirada del hierro

No te conocí
pero sé que funcionó demasiado bien
ese engranaje absurdo
ese, del que todos sabemos…

Vestido de gris
de opaco discurso
de palabras estériles

res-ba-lan-do

de corbatas y pantalones
que quedan grandes
camuflaje inflamado
de escritorio escudo
detrás de las cortinas
humo

Triste estoy por ti
aún sin conocerte
joven de apellido
sin nombre conocido


Joven de rizos
o de cabellos lacios
de piel morena
o de blancas carnes


Cualquiera
quien fuiste
quien hubieras sido

Triste debería estar con la voz de la derrota
por todo lo que ahora somos
por lo que dejamos de ser
por lo que olvidamos que seríamos
contigo

Hijos de esta tierra
que huele a moho y ceniza
que parece quieta
entre la cañería
de lo acordado
de lo convenido
entre pactos verdugos
y contratos ajenos

No te conocí
Y sin embargo
se que dejarás tu huella
en estadísticas
en los números
en las letras
en las quimeras

Es esta triste historia
de tierra caliente
encendida
en fuegos cruzados
abierta

Carne y venas de familias
expuesta

No te conocí
y sin embargo imagino
te encontraremos en el camino
incierto
multitud de fariseos
entre las líneas de otro sendero
acaso
donde a veces se asoma
Solo a veces
una pálida y tierna luciérnaga
que se acomoda entre los pliegues
de una ciudad otrora noble
empero que olvidó de nuevo
a sus donceles