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Eran doce los años de su infancia
doce de inocencia
doce del consuelo en las cosas simples
Eran doce las palabras de una madre que no hablaba:
“Hija, pequeña, traviesa, te amo,
cuidado, te espero,
camina,
tú puedes,
ahora…”
Eran doce los sueños de la princesa
la del espejo de quimeras
la que se quedó dormida a mitad de la calle
no la de los cuentos
no la del libro de principios
Eran doce los dueños de su sangre,
de su cuerpo,
de su ropa,
de sus besos
de su tiempo
Eran doce los plagiarios de pureza
Doce
sonámbulos delirantes
y le abatían el espíritu
colgados de su cadera
Doce los del cadalso
siempre al borde del suspenso
derritiendo los escrúpulos
derribando los instintos
Eran doce los años de la princesa
Pero los suspiros se le fueron con el vicio
Inyectados con humeante veneno
sustancias tóxicas
o malos pensamientos
Eran doce…
Pero ya no festejó cumpleaños
la princesa perdió la cuenta