noviembre 04, 2010

Eran doce


Eran doce los años de su infancia
doce de inocencia
doce del consuelo en las cosas simples

Eran doce las palabras de una madre que no hablaba:
“Hija, pequeña, traviesa, te amo,
cuidado, te espero,
camina,
tú puedes,
ahora…”

Eran doce los sueños de la princesa
la del espejo de quimeras
la que se quedó dormida a mitad de la calle
no la de los cuentos
no la del libro de principios

Eran doce los dueños de su sangre,
de su cuerpo,
de su ropa,
de sus besos
de su tiempo

Eran doce los plagiarios de pureza
Doce
sonámbulos delirantes
y le abatían el espíritu
colgados de su cadera


Doce los del cadalso
siempre al borde del suspenso
derritiendo los escrúpulos
derribando los instintos

Eran doce los años de la princesa


Pero los suspiros se le fueron con el vicio
Inyectados con humeante veneno
sustancias tóxicas
o malos pensamientos

Eran doce…
Pero ya no festejó cumpleaños

la princesa perdió la cuenta